sábado, 31 de marzo de 2012

Canto de amor a Stalingrado

Os dejamos a continuación un nuevo poema del imaginario revolucionario, que canta, como su título indica, la victoria del pueblo soviético sobre el invasor nazi. Obra de Pablo Neruda, otro de los grandes intelectuales y reconocidos poetas que han engrosado las filas de la vanguardia proletaria, es una preciosa composición cargada de simbolismo y sentimiento ante el duro sacrificio que permitió la derrota del invasor alemán y constituyó un punto y aparte en la historia bélica de la II Guerra Mundial y de la guerra moderna. Disfrutadlo





















Canto de amor
a Stalingrado

Yo escribí sobre el tiempo y sobre el agua,
describí el luto y su metal morado,
yo escribí sobre el cielo y la manzana,
ahora escribo sobre Stalingrado.

 
Ya la novia guardó con su pañuelo
el rayo de mi amor enamorado,
ahora mi corazón está en el suelo,
en el humo y la luz de Stalingrado.

 
Yo toqué con mis manos la camisa
del crepúsculo azul y derrotado:
ahora toco el alba de la vida
naciendo con el sol de Stalingrado.

 
Yo sé que el viejo joven transitorio
de pluma, como un cisne encuadernado,
desencuaderna su dolor notorio
por mi grito de amor a Stalingrado.

 
Yo pongo el alma mía donde quiero.
Y no me nutro de papel cansado
adobado de tinta y de tintero.
Nací para cantar a Stalingrado.

 
Mi voz estuvo con tus grandes muertos
contra tus propios muros machacados,
mi voz sonó como campana y viento
mirándote morir, Stalingrado.

 
Ahora americanos combatientes
blancos y oscuros como los granados,
matan en el desierto a la serpiente.
Ya no estás sola, Stalingtado.

 
Francia vuelve a las viejas barricadas
con pabellón de furia enarbolado
sobre las lágrimas recién secadas.
Ya no estás sola, Stalingrado.

 
Y los grandes leones de Inglaterra
volando sobre el mar huracanado
clavan las garras en la parda tierra.
Ya no estás sola, Stalingrado.

 
Hoy bajo tus montañas de escarmiento
no sólo están los tuyos enterrados:
temblando está la carne de los muertos
que tocaron tu frente, Stalingrado.

 
Tu acero azul de orgullo construido,
tu pelo de planetas coronados,
tu baluarte de panes divididos,
tu frontera sombría, Stalingrado.

 
Tu Patria de martillos y laureles,
la sangre sobre tu esplendor nevado,
la mirada de Stalin a la nieve
tejida con tu sangre, Stalingrado.

 
Las condecoraciones que tus muertos
han puesto sobre el pecho traspasado
de la tierra, y el estremecimiento
de la muerte y la vida, Stalingrado

 
La sal profunda que de nuevo traes
al corazón del hombre acongojado
con la rama de rojos capitanes
salidos de tu sangre, Stalingrado.

 
La esperanza que rompe en los jardines
como la flor del árbol esperado,
la página grabada de fusiles,
las letras de la luz, Stalingrado.

 
La torre que concibes en la altura,
los altares de piedra ensangrentados,
los defensores de tu edad madura,
los hijos de tu piel, Stalingrado.

 
Las águilas ardientes de tus piedras,
los metales por tu alma amamantados,
los adioses de lágrimas inmensas
y las olas de amor, Stalingrado.

 
Los huesos de asesinos malheridos,
los invasores párpados cerrados,
y los conquistadores fugitivos
detrás de tu centella, Stalingrado.

 
Los que humillaron la curva del Arco
y las aguas del Sena han taladrado
con el consentimiento del esclavo,
se detuvieron en Stalingrado.

 
Los que Praga la Bella sobre lágrimas,
sobre lo enmudecido y traicionado,
pasaron pisoteando sus heridas,
murieron en Stalingrado.

 
Los que en la gruta griega han escupido,
la estalactita de cristal truncado
y su clásico azul enrarecido,
¿ahora dónde están, Stalingrado?

 
Los que España quemaron y rompieron
dejando el corazón encadenado
de esa madre de encinos y guerreros,
se pudren a tus pies, Stalingrado.

 
Los que en Holanda, tulipanes y agua
salpicaron de lodo ensangrentado
y esparcieron el látigo y la espada,
ahora duermen en Stalingrado.

 
Los que en la noche blanca de Noruega
con un aullido de chacal soltado
quemaron esa helada primavera,
enmudecieron en Stalingrado.

 
Honor a ti por lo que el aire trae,
lo que se ha de cantar y lo cantado,
honor para tus madres y tus hijos
y tus nietos, Stalingrado.

Honor al combatiente de la bruma,
honor al Comisario y al soldado,
honor al cielo detrás de tu luna,
honor al sol de Stalingrado.

 
Guárdame un trozo de violenta espuma,
guárdame un rifle, guárdame un arado,
y que lo pongan en mi sepultura
con una espiga roja de tu estado,
para que sepan, si hay alguna duda,
que he muerto amándote y que me has amado,
y si no he combatido en tu cintura
dejo en tu honor esta granada oscura,
este canto de amor a Stalingrado.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Redoble lento por la muerte de José Stalin

Camaradas, aquí os dejamos un precioso poema del camarada Rafael Alberti compuesto ante la muerte de José Stalin; una obra poco conocida de uno de los grandes de las letras castellanas, que además fue siempre comunista reconocido llegando a ser diputado por nuestro Partido, a pesar de que pronto renunció a su escaño porque afirmaba preferir estar en contacto con el pueblo. En estos versos, el camarada Alberti refleja su sentido y profundo dolor por la muerte de Stalin, en una hermosa composición lírica que, por su temática, ha sido vetada con frecuencia; esperemos que la disfrutéis.















Redoble lento por
la muerte de Stalin
I

Por encima del mar, sobre las cordilleras,
a través de los valles, los bosques y los ríos,
por sobre los oasis y arenales desérticos,
por sobre los callados horizontes sin límites
y las deshabitadas regiones de las nieves
va pasando la voz, nos va llegando
tristemente la voz que nos lo anuncia.

José Stalin ha muerto.

A través de las calles y las plazas de los
grandes poblados,
por los anchos caminos generales y
perdidos senderos,
por sobre las atónitas aldeas, asombradas campiñas,
planicies solitarias, subterráneos
corredores mineros, olvidadas
islas y golpeados litorales desnudos
va pasando la voz, nos va llegando
tristemente la voz que nos lo anuncia.

José Stalin ha muerto.

Va cruzando las horas oscuras de la
noche,
la madrugada, el día, los extensos
crepúsculos,
todo lo austral y nórdico que
comprende la tierra,
y no hay razas, no hay pueblos, no hay rincones,
no hay partículas mínimas del mundo
en donde no penetre la voz que va llegando,
la voz que tristemente nos lo anuncia.

José Stalin ha muerto.

II

(A dos voces)
1. Padre y maestro y camarada:
quiero llorar, quiero cantar.
Que el agua clara me ilumine,
que tu alma clara me ilumine
en esta noche en que te vas.

2. Se ha detenido un corazón.
Se ha detenido un pensamiento.
Un árbol grande se ha doblado.
Un árbol grande se ha callado.
Mas ya se escucha en el silencio.

1. Padre y maestro y camarada:
solo parece que está el mar.
Pero las olas se levantan,
pero en las olas te levantas
y riges ya en la inmensidad.

2. Cerró los ojos la firmeza,
la hoja más limpia del acero.
Sobre su tierra se ha dormido.
Sobre la Tierra se ha dormido.
Mas ya se yergue en el silencio.

1. Padre y maestro y camarada:
vuela en lo oscuro un gavilán.
Pero en tu barca una paloma,
pero en tu mano una paloma
se abre a los cielos de la paz.

2. Callan los yunques y martillos.
El campo calla y calla el viento.
Mudo su pueblo le da vela.
Mudos sus pueblos le dan vela.
Mas ya camina en el siencio.

1. Padre y maestro y camarada:
fuertes nos dejas, Mariscal.
Como en las puntas de la estrella,
como en las puntas de tu estrella
arde en nosotros la unidad.

2. Vence el amor en este día.
El odio ladra prisionero.
La oscuridad cierra los brazos.
La eternidad abre los brazos.
Y escribe un nombre en el silencio.

III

No ha muerto Stalin. No has muerto.
Que cada lágrima cante
tu recuerdo.
Que cada gemido cante
tu recuerdo.
Tu pueblo tiene tu forma,
su voz tu viril acento.

No has muerto.
Hablan por ti sus talleres,
el hombre y la mujer nuevos.
No has muerto.

Sus piedras llevan tu nombre,
sus construcciones tu sueño.
No has muerto.

No hay mares donde no habites,
ríos donde no estés dentro.
No has muerto.

Campos en donde tus manos
abiertas no se hayan puesto.
No has muerto.

Cielos por donde no cruce
como un sol tu pensamiento.
No has muerto.

No hay ciudad que no recuerde
tu nombre cuando era fuego.
No has muerto.

Laureles de Stalingrado
siempre dirán que no has muerto.
No has muerto.

Los niños en sus canciones
te cantarán que no has muerto.
Los niños pobres del mundo,
que no has muerto.

Y en las cárceles de España
y en sus más perdidos pueblos
dirán que no has muerto.

Y los esclavos hundidos,
los amarillos, los negros,
los más olvidados tristes,
los más rotos sin consuelo,
dirán que no has muerto.

La Tierra toda girando,
que no has muerto.
Lenin, junto a ti dormido,
también dirá que no has muerto.

Rafael ALBERTI
Buenos Aires, 9 marzo 1953